Todos merecemos vivir una experiencia de éstas, por lo menos una vez en la vida. Visitar uno de esos destinos que te quitan el aliento, que te trasladan a un escenario distinto a todo. Nosotros pudimos cumplir nuestro sueño de conocer el Desierto del Sahara, en Marruecos.
La adrenalina comenzó a circular por nuestros cuerpos ya con el sólo hecho de comenzar a planear el viaje. Si bien solemos hacer los recorridos por nuestra cuenta, en este caso preferimos contratar un tour para poder empaparnos de la historia del lugar y entender aún más la magnitud que tiene este imponente océano de arena.
Partimos desde Marrakech, conocida como “la ciudad roja”, y luego de varias horas de viaje llegamos al lugar que tanto anhelamos conocer. Nuestras expectativas no eran pocas, pero la experiencia las superó ampliamente: con los pies en la arena, no hacíamos más que desbordar de felicidad y dejar que nuestra vista se perdiera en ese horizonte infinito.
Como si esto hubiese sido poco, nos dimos el gusto de pasar una noche en medio de las dunas del desierto, con una cena típica y música en vivo, rodeando un lindo fogón. Fue casi como soñar despiertos.
Y la frutilla del postre: ser testigos del amanecer en ese lugar de cuentos, lo que podríamos decir -sin temor a equivocarnos- que fue lo de lo mejor que nos pasó viajando.