La magia de Cuba resida quizás en su mixtura, en su combinación fabulosa de historia y naturaleza salvaje, de playas y malecones. Un país que ofrece un juego de contrastes fascinante y único, para desandarlo paso a paso y mojito a mojito.
Quien elije Cuba como destino para sus vacaciones lo hace sin dudas por sus inigualables playas, pero también por su riqueza histórica y cultural. El que emprende el viaje sabe que es una oportunidad única para aprender y aprehender lo distinto, para conocer de primera mano aquello que sólo fue posible haber leído en libros de historia y para inmiscuirse en la sociedad comunista cubana y lograr entender, aunque sea un poco, cómo viven y qué piensan sus habitantes.
Varadero, ciudad de reyes
El viaje de placer tal vez se inicie en Varadero, la ciudad balnearia más famosa de Cuba y la mejor preparada para el turismo. Por año, la visitan aproximadamente un millón de personas, lo que la convierte en el destino que aporta entre el 30 y 40% de los ingresos del sector de viajes.
Inmediatamente sorprenden sus playas, con 22 kilómetros de arenas blancas y un mar turquesa planchado, sereno y tibio.
Su origen se remonta al año 1887, cuando un grupo de diez familias decidieron asentarse en el lugar. Durante los siglos XVIII y XIX fue elegida por adinerados y famosos que descubrían la belleza de la zona y se dejaban seducir por su clima, de una temperatura media anual de 25°C. En la actualidad, cuenta con una importante red hotelera y una cantidad de discotecas, cabarets, restaurantes y bares donde disfrutar de un riquísimo mojito.
Desde excursiones para conocer sus atractivos hasta bucear en las profundas aguas de las cavernas, nadar con delfines o saltar en paracaídas, las opciones que ofrece Varadero son sin dudas las alternativas más completas para entretener al turista.
La Habana, en las huellas del pasado
De Varadero a La Habana sólo distan 140 kilómetros. De la realidad de ambos lugares, tal vez una extensión mucho más considerable. Es que en Varadero el turismo manda, y dentro de algunos de los hoteles cinco estrellas es posible darse cuenta de la situación del país solamente por algunos detalles, tales como ciertas marcas exclusivas de bebidas, una variedad establecida de comidas y el relato de alguno de los empleados que se anima a contar lo que ganan y cómo el Estado establece los criterios de compra y venta de mercadería.
En la Habana, la situación es como un cachetazo en la cara. Si bien es una experiencia enriquecedora conocer la historia impactante que se esconde en cada callecita por la que uno transita, es imposible dejar de observar cómo la ciudad y sus habitantes parecen haberse detenido en el tiempo.
Las fachadas de las casas, los vehículos, la ropa y las condiciones en las que viven miles de cubanos hacen que uno indefectiblemente se pregunte -y les pregunte- cómo es vivir en una sociedad en donde todos deben ser iguales y en donde las capacidades personales no hacen la diferencia. Claro, no es fácil encontrar respuestas, al menos no de las directas. Muchos evaden, otros hablan bajo y miran hacia los costados y algunos otros cuentan abiertamente su admiración hacia el Comandante Fidel Castro. Basta con saber leer un poco las actitudes de muchos de los trabajadores del lugar que, en su mayoría, se la rebuscan para tener una ocupación extra y oculta que les permita tener un mejor pasar. Tal es así que no es raro encontrarse con un policía que ofrece amablemente circuitos turísticos en su propio vehículo, o a guías especializados que aprovechan el contacto con el extranjero para vender habanos y recuerdos varios.
Un paseo por La Habana Vieja
El barrio más antiguo y centro histórico de La Habana, conocido como Habana Vieja, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1982 y, desde entonces, se han ido restaurando los edificios del lugar, aunque algunos están en malas condiciones y con riesgo de derrumbe. Su arquitectura colonial es hermosa y sorprendente. La Plaza de la Catedral, una de las más bonitas en la ciudad, está rodeada por hoteles, museos, mercados, iglesias, castillos y monumentos revolucionarios para visitar.
En La Habana, el calor es sofocante y la humedad supera el 80%. Son comunes las tormentas tropicales que en cuestión de segundos lo inundan todo y ocasionan una suerte de piletas naturales en donde los niños juegan y chapotean incansablemente.
No hay que dejar de recorrer la calle más famosa llamada Obispo, adoquinada y plagada de bares, que comienza en la Plaza de Armas y termina en el Floridita, el que fuera el bar favorito del reconocido escritor Ernest Hemingway.
Otro imperdible en cuanto a lugares gastronómicos y ubicado sobre la misma calle es la mítica Bodeguita del Medio, un bar y restaurante famoso por sus típicos mojitos y por haberse convertido en el rincón predilecto de tantos bohemios de la literatura y la cultura mundial.
El Malecón, La Rampa, el Palacio de Convenciones, la Plaza de la Revolución, Parque Lenin, Miramar, el Museo Nacional de Bellas Artes y La Habana Nueva son tan sólo algunos de los lugares que hay que conocer, recorrer y transitar con un guía que desande los pasos de la historia, para vivirla in situ y desde el relato de sus habitantes . El transporte para los turistas: carruajes y coco taxis, unos vehículos pintorescos y ya característicos de la ciudad.
El exquisito paraíso natural de Cayo Largo
Mucho hay por decir de este lugar y pocas palabras las que puedan describir su belleza. En un vuelo de media hora desde La Habana, hay que recorrer 177 kilómetros para llegar. De una simpleza única, este paraíso virgen impacta por sus incomparables playas.
Hay pocos hoteles en el Cayo, y quienes allí trabajan vienen de ciudades cercanas, por lo que deben viajar de tanto en tanto para ver a sus familias. Desde el hotel, un trencito ofrece el traslado hacia las playas más alejadas y más bonitas de la zona: Sirena y Paraíso.
La primera, con un balneario y restaurante más preparados para recibir gente, es una playa grande, llena de palmeras y con un mar que ofrece la posibilidad de realizar deportes náuticos.
La segunda evidentemente hace honor a su nombre. Es un paraíso virgen y único para descansar y disfrutar. Calmo, sereno, de aguas de poca profundidad e islas que se forman en medio del mar, a donde es posible llegar caminando y clavar la sombrilla para disfrutar de una jornada en soledad, con el sólo sonido de las gaviotas en su vuelo raso y de las aguas que golpean tímidas contra las orillas de una arena fina y blanca.
Desde Cayo Largo es posible realizar excursiones en embarcaciones para visitar Cayo Iguana, una isla poblada por cientos de iguanas de todos los tamaños que se camuflan extraordinariamente con el suelo rocoso del lugar, y enamorarse a la luz de la luna en un circuito que ofrece una visita a los arrecifes y la posibilidad de practicar snorkel, para finalizar con una parada en una piscina natural en medio del mar y una cena con langosta y champagne.
Naturaleza o historia, lujo o realidad, quien busca un destino distinto en Cuba lo encuentra. País único y encantador, hay que volver para seguir recorriendo sus atractivos y para deshacerse de los relojes, aunque más no sea por algunos días.