Sólo doscientos kilómetros de distancia separan a la Ciudad de Córdoba de la salada costa. Un oasis en plena llanura invita a disfrutar de la playa y a llenarse los ojos con uno de los avistajes de aves más seductores del país.
Avanzan los kilómetros por el noreste de la provincia de Córdoba, dejando atrás Río Primero, Arrroyito y Balnearia, para detenerse en un poblado de dos mil habitantes. Y lo que encontramos escapa a lo esperado, como si alguien hubiese recortado una porción de la costa atlántica para colocarla acá, en plena región de la llanura pampeana. Un antojo del dios de la cartografía le regala a propios y extraños un encanto natural con muchos atractivos.
Sol, arena y un espejo de agua salda resplandecen con brillo propio desde Miramar de Ansenuza. Alejado de las altas cumbres, de las sierras chicas y los puntos cordobeses más turísticos, una laguna baña los ojos visitantes con una postal poco común en el centro del país. Reposeras, toallones y sombrillas se amontonan sobre la playa del “mar cordobés”, frente a una costanera de más de dos kilómetros repleta de bares y tiendas turísticas.
La Laguna de Mar Chiquita –o Mar de Ansenuza– es el mayor lago de Argentina y el quinto salino del mundo. En sus aguas se pueden practicar deportes como windsurf, wakeboard, stand up paddle, ski acuático o kayak.
Pero la joya y atractivo principal de Miramar se encuentra siguiendo la costa, a tres kilómetros del centro de la urbanización: desde el mirador Loma de los Indios se puede disfrutar del avistaje de flamencos. Si bien es posible verlos durante todo el año, es durante los meses invernales cuando una mayor cantidad de ejemplares se acerca a las aguas aguas saladas de Miramar. La presencia de esta ave de plumaje rosado engalana aún más este fascinante lugar pegado a la orilla de la laguna.
Al bordear la costa a pie o al navegar las aguas de la laguna, algunos íconos sobrevivientes a las inundaciones que se sucedieron en los años setenta hacen que la mente viaje en el tiempo. Ver el gigantesco esqueleto de hormigón del Gran Hotel Viena invita a imaginar cómo fue la época de esplendor de este rincón cordobés.
Los restos de algunos íconos de los tiempos dorados de Miramar aún pueden verse sobre la costa de la laguna. El Gran Hotel Viena fue construido durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día, convertido en museo, representa un cúmulo de leyendas e historias.
Y la frutilla del postre para culminar un día perfecto de excursión es, sin dudas, dejarse llevar y perderse en un rojizo atardecer sobre el horizonte de esta cuenca gigante.