Una escapada a la ciudad feliz. Circuito gastronómico, playas de sol tibio y momentos en familia, para recargar las energías y continuar con pilas el resto del año.
Soy de las que prefiere Mar del Plata en invierno. Ya pasé las vacaciones de verano con amigas en donde las largas caravanas para ir y venir a las playas del Faro eran parte de la aventura. Hoy elijo la tranquilidad y estas escapadas en medio del año para desenchufar unos días y conectar con el mar, que amo.
En medio de la pandemia y después del encierro y su costo emocional, nos animamos a viajar en familia, ya vacunados y con la intención de seguir cuidándonos igual que en casa (cosa que, les confieso, no fue fácil).
Soy de las que prefiere Mar del Plata en invierno. Elijo la tranquilidad y estas escapadas en medio del año para desenchufar unos días y conectar con el mar, que amo".
Marina
Fueron cuatro días y tres noches en los que armamos plan kids para nuestras hijas: Lola, de 10 años, y Charo, de 8. Nos acompañaron los abuelos, Rosa y Roberto, así que con ellos hicimos lista de todo lo que las chicas no se podían perder en su primer viaje a La Feliz.
Arrancamos y, día a día, fuimos tachando mentalmente cada plan previsto: ir a la playa (por supuesto, y aunque nevara, no nos íbamos sin acariciar el mar), ver los lobos marinos, comer muchos mariscos en el puerto, merendar los churros rellenos de Manolo, disfrutar el spa del hotel, comer medialunas de la Boston e ir al acuario. ¿Planes de los típicos turistas? ¡Seguramente!
Les cuento cómo resultó el ranking de imperdibles:
El Paseo del Puerto se llevó los aplausos de las más peques de la familia, con el espectáculo de lobos marinos tomando sol en la explanada y nadando entre los barcos pesqueros. De fondo, la música de Giuseppe Salerno, un italiano que desde hace 46 años toca su acordeón en el lugar y canta clásicos como ‘O sole mio. Alguno que otro se suma y se anima a entonar alguna de sus canciones, y ahí nomás se arma un show que gana aplausos y sonrisas. Coronamos la salida con una picada de mar en uno de los restaurantes en la entrada del paseo.
Giuseppe Salerno musicaliza desde hace 46 años el Puerto de Mar del Plata.
La playa, sin dudas, fue otro de los favoritos. Jugar con la arena, disfrutar del sol tibio de invierno y llenarnos el pelo con olor a mar. Naturaleza, que tanto nos hacía falta. Así de simple, barato y bonito.
El spa del hotel: ok, pero pasamos. Sólo fuimos un día, con reserva previa y turno de 50 minutos con aforo reducido. No hubo posibilidad de relax, ni físico ni mental, desde el momento en el que entendimos que era algo innecesario y no compatible con “cuidarnos”.
El circuito gastronómico merece un capítulo aparte: Los mariscos en el puerto los comimos en Santa Rita. Si bien la modalidad de servicio asistido no es lo nuestro, la verdad que todos los platos estaban muy ricos y comimos super bien.
Por esas cosas de la vida, nos encontramos con unos amigos y nos invitaron a acompañarlos a uno de los imperdibles de “su” lista: El Rey del Calzone, un lugar de pizza y pastas in-cre-í-bles y que ahora es uno de nuestros favoritos. De entrada, un calzón de jamón y queso sublime, y de plato principal, unas cintas caseras preparadas directamente en una horma de queso reggianito. Mortal.
La última tarde nos obligamos a los churros de Manolo. En el local de la costanera, una cola de al menos 30 personas para entrar. No way. Nos fuimos al de Alem y en 10 minutos ya estábamos adentro. ¿De yapa? Una pecera gigante con peces enormes que mantuvieron hipnotizadas a las chicas un buen rato mientras los adultos charlábamos tranquilos. Esa misma noche, cena en Dos55, un lugar muy bien puesto, lleno de detalles de decoración, con una barra divina donde disfrutar unos ricos traguitos antes de pasar a la vedette de la casa: las carnes a la parrilla.
Paseamos por Güemes y comimos cannoli, una bomba que es un clásico de la Heladería Italia. ¿De qué se trata? Es un cubanito relleno de helado y bañado en chocolate, almendras, maní, nueces, marroc y lo que se te ocurra. Para morir feliz en La Feliz.
¿Aforo reducido? ¿Distancia entre las mesas? Nada de eso. En todos los lugares gastronómicos esto fue una pata floja, no así en los comercios y el resto de los locales, que permitían el ingreso acotado de personas, con el infaltable alcohol en gel en la puerta.
Del acuario desistimos y las medialunas de la Boston nos quedarán para el próximo viaje. Nos llevamos mucho tiempo de calidad en familia y con amigos, imágenes inolvidables de abuelos disfrutando a sus nietas, y las sonrisas de nuestras hijas que tan merecidas tenían esta escapada. Y bueno, también algunos kilos extra, pero de eso mejor no hablar…
Tomá nota:
- Santa Rita: Para comer mariscos recién sacaditos del mar. Av. de los Trabajadores Local 13 Centro Comercial del Puerto.
- El Rey del Calzone: Si vas a ir, llamá por tel y reservá! Esteban Echeverría 223. Teléfono: 0223 481-5214.
- Manolo: Tiene tres sucursales en La Feliz. Andá con paciencia y muchas ganas de probar sus fabulosos churros. Av. Patricio Peralta Ramos 4900, Rivadavia 2371 y Leandro N. Alem 3980.
- Dos55: una parri con glamour. También te conviene reservar. Almafuerte 202-300. Tel: 0223 451-8072.
- Heladería Italia: la de los cannolis imperdibles. Hay varias sucursales en Mar del Plata. Yo fui a la de Martín Miguel de Güemes 2398, pero seguro hay una cerca de donde estés.