Paloma posa para las fotos y muestra tan sólo un poco de sus exquisitos movimientos. Sus manos se mueven ligeras y dulces, y su rostro transmite puros sentimientos. Acostumbrada a la prensa, se desenvuelve con tanta naturalidad que es fácil seguirla. Suave, cordial, armónica y segura de sí misma, así es Paloma: en la vida y en el escenario es un placer admirarla.
- ¿Qué es lo primero que viene a tu corazón y a tu mente cuando miras para atrás y ves tantos años de trayectoria? ¿Qué te hace sentir todo lo logrado?
- Que mi carrera es lo que es hoy por muchas cosas: cada día, cada maestro, cada escenario, cada coach, cada teatro. Por supuesto que el momento clave fue cuando empecé, por lo que mi maestra Olga Ferri y el Teatro Colón tienen mi corazón, ya que me han dado toda la base para bailar. El haber entrado a los 15 años al ABT es una de las experiencias más increíbles de mi vida, una de las más fuertes.

Hay que tener talento, pero también hay que tener garra, ganas, fortaleza, y hay que saber resistir la presión. Hay gente que se mata trabajando pero no nació con talento, y por mas que trate y trate, no va a llegar. Y también hay personas que lo tienen todo, pero les falta ese ‘algo’ especial, ese ángel que se necesita para subirse a un escenario y bailar.
Paloma quedó en la historia del American Ballet Theatre (ABT) cuando, a los 19 años, se convirtió en la bailarina más joven en obtener la máxima jerarquía de Principal. En la compañía había ingresado a los 15, cuando era tan sólo una niña que no dudó en armar las valijas e instalarse definitivamente en Nueva York. “Al principio me fui a vivir con un matrimonio amigo de mis padres, que estaba allá y que hoy es todavía como una segunda familia para mí. Fue difícil porque no hablaba inglés y porque New York era, en esa época (´90), completamente distinto lo que es hoy, mucho más inseguro”, recuerda.
- ¿Qué condiciones se dieron en vos para que llegaras a ser la bailarina que sos?
Muchas. Por eso, cuando me preguntan, es muy difícil decir qué se necesita; el talento sólo no es suficiente. Yo soy una agradecida de mis maestros y de la familia que tengo, sin ellos no hubiese sido absolutamente nadie. Hay mucha gente a la que tengo que agradecer y que hizo posible que yo llegara a ser lo que soy.
Un poco tiene que ver con eso, con la suerte de que se den un montón de factores. Hay que tener talento, pero también hay que tener garra, ganas, fortaleza, y hay que saber resistir la presión. Hay gente que se mata trabajando pero no nació con talento, y por mas que trate y trate, no va a llegar. Y también hay personas que lo tienen todo, pero les falta ese ‘algo’ especial, ese ángel que se necesita para subirse a un escenario y bailar.


- Por algo hay una sola Paloma Herrera…En tantos años en el escenario habrás bailado innumerables veces los mismos ballets. ¿Cómo se vive esa experiencia?
-Hay algo que siempre me generó curiosidad: he visto bailarines que llegaban a un punto de su carrera y parecía que estaban ‘de vuelta’, quejosos de bailar otra vez el mismo ballet, de lo repetitivo. Jamás me pasó algo así. El ballet tiene que ser juventud, placer, tiene que ser mágico. No puede ser problema, o que te duela todo, o sentirte sin ganas de bailar.
Entrar tan joven a la compañía me ha dado la posibilidad de estar en el escenario tantas veces, que siempre me sentí cómoda allí, libre, tranquila, disfrutando de la función, segura de que podía dar lo mejor, sin presiones, sin estar preocupada por el paso, por la coreografía. Una puede estar durante años agarrada de la barra, pero no hay nada como estar sobre el escenario. Entrar en la compañía fue la mejor decisión de mi vida, ser primera bailarina desde los 19 años me permitió tener una carrera larga y profundizar todos los roles, bailarlos muchas veces. Siempre es único.
- ¿A qué bailarines admiras?
- Alessandra Ferri siempre me gustó, al igual que Sylvie Guillem. De chica, las miraba en videos, desde casa. Y cuando entre al ABT tuve la oportunidad de conocer a Alessandra y compartir camarín con ella cuando fui primera bailarina, ¡muy loco!
Alguien que me marcó mucho fue Mijaíl Barishnikov, que fue bailarín del ABT durante mucho tiempo, aunque cuando yo llegué ya no estaba. Fue un poco por eso también que el ABT era como mi sueño, porque allí estaban quienes más yo admiraba.



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