Paulina Moreno y Oscar Mangione cantan y se lucen en el escenario. Sus voces se fusionan en tangos que hablan de nostalgias y de amores, de la vida y sus vericuetos. La química invade el ambiente y pronto descubriremos uno de los secretos del show de Mansión Tango.
Paulina Moreno llegó a Buenos Aires desde Gualeguachú, Entre Ríos, para estudiar una carrera universitaria. Dedicada desde niña al baile y al canto, decidió profundizar en la música, cursando estudios líricos. El camino de Oscar Mangione como artista recorrió distintos paisajes: de joven se formó como músico e incursionó en el rock, siendo guitarrista y compositor de la banda de Celeste Carballo, hasta llegar a entregarse al mundo del tango.
Hace 9 años se conocieron en un grupo de estudio donde Oscar transmitía enseñanzas sobre distintos temas: desde filosofía China hasta psicoanálisis y pensamientos e ideas de distintos autores. Eran encuentros para reflexionar y conectar con lo profundo, con el saber. Y esas ansias de conocer y aprender cruzaron la puerta del aula: “un día nos juntamos después de la clase, nosotros dos, y nos quedamos siete horas charlando sin parar, sentados debajo de un árbol”, recuerda Paulina. “Creemos que ahí hubo algo que encendió lo que nos conecta, el entusiasmo por la palabra y la sabiduría, el respeto por nuestros valores y talentos y el amor, un profundo amor y cuidado”.
Como es arriba, es abajo
Desde ese entonces, Paulina y Oscar son pareja y comparten el amor por el arte y la música. “Trabajar juntos es un desafío hermoso porque cuando estás arriba del escenario sabés que tenés que responder a parámetros que hacen al éxito del show y, a la vez, que te acompaña la persona con la que podés cantar en cualquier circunstancia de la vida”, dice Paulina. “Eso que se “amasa” en el día a día, se lleva al espectáculo y se comparte”.
La vida de estos dos grandes artistas está teñida por la música, esa maravilla que va con ellos a donde vayan, estén donde estén. “Cuando nos juntamos con amigos o familia, siempre cantamos. Hay un momento en las reuniones familiares donde ya no nos alcanza con hablar, y ahí es cuando la música nos abraza a todos, nos une”, cuenta Oscar.
Estar en el escenario genera un movimiento interno que se asemeja al aleteo de una polilla, es tan rápido lo que sucede allí que, condensado, se siente como una gran “masa” de energía que te eleva junto con el tango”
Paulina Moreno
La gran familia de Mansión
Desde la admiración, el trabajo y la amistad, en Mansión Tango todos aportan en función o al servicio del tango. “Cada autor y compositor de los temas que cantamos, tocamos y bailamos nos nutre desde su obra, y nosotros, desde la representación”, dice Paulina, y destaca: “soy una cantante que intenta profundizar a cada paso, si no me inquieta por dentro el antes, el durante y el después de cantar, algo no está en su curso”.
Cuando nos juntamos con amigos o familia, siempre cantamos. Hay un momento en las reuniones familiares donde ya no nos alcanza con hablar, y ahí es cuando la música nos abraza a todos, nos une”.
Oscar Mangione
Pareja arriba y abajo del escenario, ambos coinciden en que el secreto está en sentir verdaderamente lo que transmiten. “Estar en escena genera un movimiento interno que se asemeja al aleteo de una polilla, es tan rápido lo que sucede allí que, condensado, se siente como una gran “masa” de energía que te eleva junto con el tango”, dicen. “Poder asimilar todo esto antes y después del show es uno de los trabajos más importantes que debemos hacer para volver a presentarnos cada noche. Estamos felices de pertenecer a esta gran casa que es Mansión Tango”.