Buenos Aires, el gran amor de mi vida

En ese tiempo no hubo una sola vez que no soñara con poner la llave en la cerradura de la puerta de mi casa en Buenos Aires, con los abrazos tan esperados de mi gente querida, con caminar por mis calles y disfrutar del anonimato que sólo dan las grandes ciudades.

Recuerdo que en uno de aquellos días le envié a mi amiga y socia Marina Posse un listado de todo lo que quería hacer al volver a mi lugar, cosas simples, mínimas, de esas que uno no hace porque piensa que la vida te va dar otra oportunidad al día siguiente (cuánto hemos aprendido en este tiempo lo rápido que todo puede cambiar).

En ese listado estaban, además de los abrazos con mis amigos (esos que reconfortan y te reinician), cosas como comer un buen asado con achuras, mis medialunas y facturas de hojaldre con dulce de leche preferidas, tomar café –de esos ricos, ricos- hasta cansarme, ir a mis bares predilectos y, como toda mujer, salir de shopping.

Si de bares se trata, tengo que confesar que soy una “Paisana de Hurlingham”, dirían los Divididos. Brixton y Hollywood son dos clásicos de la zona donde se puede tomar ricos tragos y escuchar buena música. Para una persona que ama todos los ritmos, visitar estos lugares es “como estar en casa”.