Un recorrido por la costa del Lago Argentino hacia Punta Walichu, el lugar donde vivieron los primeros habitantes. Una excursión para conocer el costado antropológico de El Calafate, disfrutar de la experiencia única de almorzar en una cueva y dejarse emocionar por los resabios de la cultura de los tehuelches.
Último día en El Calafate. Mañana libre en la que desayunamos por primera vez bajo la luz del día ya amanecido. Hace frío, pero un sol enorme brilla desde el diáfano cielo y nos anticipa una jornada más que agradable.
La 4×4 de Patagonia Profunda llegó puntual a la puerta de nuestras cabañas. Santiago, el guía, nos da la bienvenida con una cálida sonrisa y un apretón de manos. En el vehículo esperan un grupo de turistas brasileños y dos panameñas. Son las 12 del mediodía y nos vamos a realizar la excursión Nativo Experience.
Hacia un territorio inhóspito
Nos adentramos en la estepa patagónica, vamos atravesando un camino que es casi como un mar de arbustos bajos, compactos y dispersos, en un terreno moldeado por la falta de agua y los fuertes vientos. Estamos a 227 metros sobre el nivel del mar, bordeando la costa sur del Lago Argentino, próximos a la cordillera de los Andes.
Santi relata la historia de este lugar inhóspito al que nos dirigimos y nos invita a viajar en el tiempo: “los primeros habitantes fueron los tehuelches, los nativos de la zona. Eran nómades, cazadores y recolectores del fruto del calafate. Tenían una dieta bastante restringida, con una expectativa de vida baja, de entre 35 y 40 años”.
Estamos hablando de los pobladores originarios del lugar, que habitaron estas tierras hace más de 10 mil años. Se llamaban a sí mismos “aónikenk”, pero fueron denominados “tehuelches” por los mapuches, mucho tiempo después. “Era un pueblo que vivía con la naturaleza, a diferencia de nosotros, que vivimos de la naturaleza”, dice Santiago en una afirmación que nos invita a reflexionar.
No tan lejos de donde estamos, un guanaco. Más allá, son muchos. El guía nos cuenta que estos camélidos de color anaranjado, de 1.80 metros de altura y 140 kilos, habitan el lugar desde aquellas épocas a las que nos estamos remontando. “Los tehuelches dependían directamente del guanaco, para comer, abrigarse y construir sus casas”, dice, y agrega un dato que nos hace sonreír entre asombrados y nerviosos: “pueden correr a una velocidad de 65 km por hora”.
La vista desde el promontorio
Primera parada en este recorrido. Todos abajo, a disfrutar de una vista impresionante: estamos en el acantilado Punta Bonita, frente al Lago Argentino y abrazados por la cordillera de los Andes. La postal desde aquí corta el aliento. El sol de fondo dibuja nuestras siluetas en las fotos, que intentan en vano reproducir semejante belleza. En cada click, el recorte de un paisaje que tan sólo sabrá guardarse intacto en nuestra memoria.
Dan ganas de quedarse allí, de permanecer hasta ver caer el sol. No hay tiempo de reloj que sea suficiente para asimilar tanta naturaleza, pero debemos continuar el recorrido.
Punta Walichu, un lugar encantado
Un cartel con una cita textual de Francisco Pascasio Moreno, nos recibe:
“Febrero 19, mal tiempo… Salgo a caminar hacia el promontorio…hago un descubrimiento interesante. Las barrancas verticales están cubiertas de signos trazados por la mano del hombre…hasta este Lago Argentino… y que las figuras que copio de las paredes abruptas y verticales de Punta Walichu, nombre que he dado a este promontorio”. 1876-1877, Viaje a la Patagonia Austral.
Llegamos a Punta Walichu, el lugar al que Perito Moreno arribó con las primeras expediciones, justo antes de la Campaña del Desierto.
Vamos caminando entre paredes de piedras enormes que se alzan sobre nosotros, metiéndonos en recovecos de formación natural hasta que nuestro guía nos detiene; estamos ante los registros más tangibles de la vida que hubo hace tantos años: pinturas rupestres que son patrimonio de la humanidad, dibujos que cuentan historias que sólo admiten interpretaciones, porque jamás sabremos con exactitud lo que los tehuelches han querido transmitir.
Nunca había tenido allí, tan cerquita, los resabios de un pueblo tan lejano. Estoy emocionada, quizá tanto como Perito Moreno cuando descubrió estas pinturas y pensó que el lugar estaba encantado. Quién podría negar que “Las Cuevas del Walichu” tienen magia, que estos corredores de piedras, de alguna manera, hablan.
Nunca había tenido allí, tan cerquita, los resabios de un pueblo tan lejano. Estoy emocionada, quizá tanto como Perito Moreno cuando descubrió estas pinturas y pensó que el lugar estaba encantado".
Marina
El recorrido se completa con un almuerzo dentro de una de las cuevas, con el Lago Argentino de testigo. Santi nos cuenta que la delicia que estamos por comer la preparan en la Estancia 25 de Mayo. Juro que fue el mejor banquete de todo el viaje: sopa de calabaza y cebolla, un guiso de cordero y hongos en pan de campo y una mousse de chocolate para llevar la glucosa a límites peligrosos, todo acompañado de un riquísimo malbec que nos vino bien para subir la temperatura corporal.
Relajados, este es el momento en el que las charlas de mesa dan cuenta que la experiencia vivida será inolvidable. Brasileros, panameñas y argentinos no paramos de comentar qué maravilloso ha sido este recorrido antropológico. Estamos felices.
En tres horas de reloj hemos atravesado miles de años de historia. Viajamos en el tiempo, pisamos la misma tierra que aquellos habitantes originarios. Nos cobijamos por un rato en una de las que fueran sus cuevas, sus refugios. Es difícil contar qué se siente, porque los pies caminan en el presente pero las palabras y la imaginación te transportan a una época que aún permanece allí, latente, viva, respirando en cada rincón.
Si vas a hacer esta excursión, tenés que saber:
- El recorrido hasta Punta Walichu puede hacerse durante el día o en la noche. La cena en la cueva tiene un encanto adicional. Podés ver todas las opciones AQUÍ.
¿Querés más INFO?
Patagonia Profunda: Tel +54 (02902) 489016 Email: COMERCIAL@PATAGONIAPROFUNDA.COM
A QUE NO SABÍAS…
EL ORIGEN DE EL CALAFATE
LA CIUDAD LE DEBE SU NOMBRE A UN ARBUSTO, Y EL PORQUÉ TIENE UNA HISTORIA MUY PARTICULAR: EN LA ÉPOCA DE LA CONQUISTA DE LA PATAGONIA, LA PRODUCCIÓN Y COMERCIALIZACIÓN DE LA LANA ESTABA EN APOGEO. LAS CARRETAS QUE TRANSPORTABAN LOS FARDOS POR RUTA TERRESTRE HASTA LA COSTA ATLÁNTICA DEMORABAN ENTRE UNO Y DOS MESES DEPENDIENDO LAS CONDICIONES CLIMÁTICAS Y LAS RUTAS QUE ELEGÍAN. ES POR ESO QUE SE ESTABLECIERON POSTAS DE REAPROVISIONAMIENTO Y DESCANSO. EL CALAFATE ERA UN ARBUSTO GRANDE QUE SERVÍA COMO PUNTO DE REFERENCIA, UN LUGAR DE ENCUENTRO PARA LAS CARRETAS. “NOS ENCONTRAMOS EN EL CALAFATE”, DECÍAN. ASÍ NACIÓ LA POSTA QUE LLEVABA SU NOMBRE, EN DONDE DESPUÉS ABRIÓ UN HOTEL Y UNA PROVEEDURÍA. LA CIUDAD DE EL CALAFATE SE FUNDÓ EN EL AÑO 1927.
¿POR QUÉ EL ARBUSTO SE LLAMA CALAFATE?
PORQUE QUEMÁNDOLO SE OBTIENE UNA RESINA QUE SE USABA PARA IMPERMEABILIZAR LOS BARCOS DE MADERA. ESA ACCIÓN SE LLAMA CALAFATEAR, POR ESO EL NOMBRE QUE SE LE DIO A ESTE ARBUSTO, Y SEGUIDAMENTE A LA CIUDAD.
¿Querés saber qué hicimos el resto de los días? Te dejo aquí nuestro recorrido:
¿Querés saber qué más podés hacer en El Calafate? Leé la nota: