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Marina Posse

Vacaciones en familia en El Calafate

Un viaje lleno de emociones y paisajes alucinantes. Un destino que sorprende por la cantidad de propuestas para disfrutar durante todo el año, con el Glaciar Perito Moreno como atractivo principal.

Navegar las aguas del Lago Argentino, recorrer las tierras que habitaron los tehuelches y, por supuesto, admirar el Glaciar Perito Moreno eran algunos de los ítems marcados como imperdibles en nuestro viaje. Fueron 4 días que disfrutamos a pleno, pero que una vez en el lugar nos iban a dejar con gusto a poco: no nos alcanzaron para poder conocer todo lo que el destino ofrece.

La previa

El calendario fue perdiendo las hojas, una a una. Pegado en la heladera, era la cuenta regresiva para un viaje familiar que habíamos organizado hacía varios meses. La charla ansiosa se repetía durante cada cena: qué excursiones haríamos, cuánto abrigo deberíamos llevar, si quizá tendríamos la suerte de ver nevar y cuál sería el impacto emocional que nos provocaría el Glaciar Perito Moreno, ahí, tan cerquita, esa maravilla que tantas veces habíamos visto por televisión.

El viaje

Llegó el día. Valijas llenas de abrigos varios, mochilas preparadas para todos los recorridos y el mate siempre listo, por supuesto, un infaltable en este viaje. El vuelo aterrizó a las 14.30. Somos 8 personas, dos familias que somos familia, 4 adultos y 4 niños, todos con la misma emoción, con las mismas ganas. Llegamos a unas cabañas que parecen de cuentos. Claudio, su dueño, nos recibe con una calidez y amabilidad que pronto descubriríamos que es un distintivo de toda la gente del lugar.

Estamos oficialmente de vacaciones.

Reforzamos el abrigo y salimos a caminar por el centro, a lo largo de la Avenida del Libertador. Hay muchos locales gastronómicos, de artesanías, indumentaria, de chocolates y dulces. En las vidrieras de varios restaurantes, corderos patagónicos asándose a la vista. Me sorprende gratamente lo cuidado que está todo, la limpieza, lo bien puestos que están los comercios, el orden en el tránsito a pesar de ser una avenida sin semáforos.

Aquí la noche llega temprano, así que adelantamos la cena y la convertimos en una “merencena” a las siete de la tarde: hamburguesa de guanaco para todos. Nos animamos a probar y resultó aprobadísima. Es una carne magra, sabrosa y una delicia propia del lugar en el que abundan los guanacos y su carne preparada en muchas versiones: guisos, milanesas, hamburguesas y empanadas.

Ya de regreso, el frío se siente fuerte y el calor de la cabaña se disfruta el doble. A dormir temprano, reponer energías y prepararnos para el siguiente día.

En camino hacia el Glaciar

Todos arriba a las 8 de la mañana. El cielo está oscuro y lleno de estrellas, y lo estará hasta pasadas las 9, cuando el sol empiece a asomar y nos regale algo de cobijo en este día de 3 grados bajo cero. “Es la primera vez que desayunamos de noche”, dicen asombradas Lola y Charo mientras toman su leche.

A las 9 arrancamos el viaje. Son 80 km que nos separan de donde estamos hasta el Parque Nacional Los Glaciares, por la ruta provincial N° 11. Nuestra primera parada es a tan sólo unos minutos: en la oscuridad del día, brilla azulado el cartel de El Calafate ubicado en la costa de la Bahía Redonda del Lago Argentino. Foto obligada, con las luces de la ciudad de fondo y la promesa de una bahía que dice convertirse en la pista de patinaje natural más grande de Sudamérica cuando sus aguas se congelan.

Continuamos el recorrido, vamos por la costa del Lago Argentino. En lo alto, una bandada de cóndores sobrevuelan los cerros nevados Buenos Aires y Castillo. El camino se bifurca: hacia la derecha, en dirección al puerto Punta Bandera de donde salen las excursiones lacustres, y hacia la izquierda, el trayecto que conduce al Perito Moreno, a donde nos dirigimos. Ingresamos al Parque Nacional Los Glaciares, la ruta se abre paso entre la Península de Magallanes y el Brazo Rico. El chofer mueve el volante y nos anticipa: “esta es la Curva de los Suspiros”,  y no hace falta que nos explique por qué: a lo lejos, el Glaciar aparece como una gran lengua de hielo que desemboca en el lago, rodeada a ambos lados con cadenas montañosas. En el Mirador de los Suspiros hacemos las primeras imágenes del gigante del hielo. Tan sólo un humilde anticipo de lo que vendrá.

Una garúa helada se posa sobre mis pestañas y siento que el hielo se metió en mi interior, por unos instantes me hago parte del todo. De pronto, un desprendimiento agita el agua y el sonido despierta todas las emociones. Esa inmensidad celeste me retumba en el pecho".

El Glaciar Perito Moreno, la vedette del lugar

Estoy parada frente al Glaciar.  Tengo la respiración pausada y los ojos inquietos. Una garúa helada se posa sobre mis pestañas y siento que el hielo se metió en mi interior, por unos instantes me hago parte del todo. De pronto, un desprendimiento agita el agua y el sonido despierta todas las emociones. Esa inmensidad celeste me retumba en el pecho. Los peques de la familia gritan del asombro. Los miro y sonrío de felicidad, pero aun no puedo hablar.

El glaciar Perito Moreno es todo aquello que me habían contado… y más. Mi mente trabaja a full para procesar esa inmensidad y acomodar las piezas que de a poco van conformando un rompecabezas perfecto, entre lo que veo, lo que sabía de antemano y lo que aprendo estando acá.  

Son 245 km2 de hielo glaciario que se extienden en una longitud de 30 kilómetros: 15 de ellos son los que podemos apreciar desde las pasarelas, el resto continúa sobre el horizonte y por detrás del Cerro Pietrobelli. Entre sus caras norte y sur tiene una extensión de 5 kilómetros y su altura va desde los 40 hasta los 60 metros sobre el nivel del lago en su parte más alta. Cuesta imaginar que por debajo del agua esa medida se triplica.

Subimos y bajamos escaleras, las pasarelas te llevan de uno a otro lado, regalándote una vista más linda que la otra. El Glaciar permanece allí, pero siempre es distinto: está activo, crece, se mueve. Caminamos por el Paseo Central hacia el primer balcón, en donde nos quedamos un largo rato contemplando esa maravilla. Almi, Facu, Loli y Chari juegan a encontrarle formas a los témpanos de hielo que flotan en el agua helada del Lago Argentino. Hubo dragones, hipopótamos y otros animalitos conformando la escena imaginaria.

La temperatura es bajo cero y sacarse los guantes para tomar una foto es toda una hazaña, pero nadie se queja. No hay frío ni cansancio que puedan con tanta belleza. El Circuito Sur hacia el balcón inferior nos adentra en una nueva visual, cerquita, con la sensación de que si nos estiramos un poco podríamos acariciar al gigante. De allí, nos vamos a la Pasarela Norte y descubro que ésta es mi postal preferida: una panorámica del glaciar que te deja sin aliento, con el sol de frente y a los lejos el Canal de los Témpanos. Soñado.

Vamos admirando los icebergs, despidiéndonos del Perito Moreno, respirando hondo tanta naturaleza. Llegamos al final del recorrido. Un restaurante y un refugio de uso común nos invitan a descansar un rato y cobijarnos del frío.  Entre mate y mate, intentamos asimilar lo vivido. Nos llevamos imágenes inigualables y unas sonrisas de felicidad más gigantes que el glaciar.

El Canal de los Témpanos
¡Para tener en cuenta!
  • Para organizar y planificar tu viaje, podés consultar la WEB OFICIAL DE EL CALAFATE . Allí están detalladas todas las excursiones y las opciones de paseos y visitas que podés hacer en la ciudad, que son muchísimos y de distintos presupuestos. Hay para todos los bolsillos y para todos los públicos.
  • Una vez en el destino, te super recomendamos descargarte la APP EL CALAFATE para moverte como si estuvieras en casa: todas las opciones gastronómicas, datos útiles, mapas y más.
  • Acordate que para entrar al Parque Nacional Los Glaciares hay que abonar el ingreso. Podés hacerlo en el lugar o de forma anticipada en AQUÍ . Hay un precio diferencial para residentes argentinos y la posibilidad de adquirir un pase promocional de dos días. Tené en cuenta que vas a necesitar este acceso para ingresar a recorrer las pasarelas y también para cualquiera de las excursiones lacustres que parten desde Puerto Bandera.
  • Antes de emprender el recorrido por las pasarelas, podés hacer una parada en la confitería que se encuentra en la entrada al Glaciar. Un cafecito o un segundo desayuno para arrancar con energías.
  • En el final de la pasarela norte está el Restó del Glaciar, un restaurante en donde podés comer y tomar algo calentito. Si llevaste tu vianda, hay un refugio con mesitas y baños, un lugar de uso común en donde podes descansar, comer y tomarte unos ricos mates.

¿Querés saber qué hicimos el resto de los días? Te dejo aquí nuestro recorrido:

¿Querés saber qué más podés hacer en El Calafate? Leé la nota:

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Marina Posse

Marina es Licenciada en Comunicación Social, escritora y codirectora de Cambio de Aire. Sus relatos de ficción en escenarios reales recorren lugares de la Argentina y el mundo. Leé más de sus historias en su blog personal en FBK @bienvivida y en IG @bienvivida_

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